Nunca he querido
de una mujer
su sonrisa perfecta
ni la falsedad de sus palabras,
ni el protocolo de sus pasos
ni sus sincronizados gestos
ni la belleza de su cuerpo;
nunca he querido
de una mujer
su perfección.
Siempe he querido
el brillo de su mirada,
el desorden de su risa,
la veracidad de sus gestos,
la rebeldía de sus besos,
la dulzura de sus labios,
la timidez de sus dedos.
Siempre he querido,
la pasión de sus sueños,
la nostalgia de sus anhelos,
la inseguridad de sus dudas,
las preguntas de sus miedos,
el cariño de su voz
y la ternura de su cuerpo.
Siempre he querido
de una mujer,
el rincón oscuro
de su paisaje desolado.
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